Sobre las colinas
a orillas
de un valle pálido
y tembloroso
retumba en el cielo
el eco de un cántico
invocando
que arrope la sombra.
El rocío se precipita
en la semilla de la tierra
fertilizando el prístino aroma,
y la humedad enajenada
madura el néctar de la flor
que ávido
liba el colibrí.
La noche se cimbra
ante la muerte lenta
con el susurro de la luna
al irrumpir del día.